lunes, 25 de abril de 2011

Un viaje a otro planeta

La volví a encontrar en mi barrio. Sentada en el rincón más oscuro intentaba en vano esconderse del mundo. Caía la noche. Su rostro era iluminado por el fuego. Por una llama, bajo el papel de plata, que calentaba el veneno que inexorablemente la consume con lentitud.

Pasaron años desde la última vez que la vi y las facciones de su cara confesaban la extrema delgadez que oculta bajo la ropa. Su mirada se perdía en el suelo, ella no estaba allí. Viajaba a otro planeta -incluso a lejanas galaxias- sin levantarse un instante del sucio escalón que acogía su cuerpo. Mantenía abiertos, sin pestañear ni un segundo, sus ojos color vidrios. Aquellos que con sólo un guiño volvía loco el corazón de todos los que pasamos la adolescencia en el mismo enclave de la ciudad.

Cuentan las vecinas que a su madre no le quedó un santo al que rezar ni una vela por encender. Por desgracia, no hubo nadie ahí arriba que acogiera los ruegos de quien hoy se ha vuelto una anciana. Mil veces quiso salir de aquella vida infeliz, pero sus fuerzas se agotaron con cada intento. Y ahora quien pasa por su lado no olvida que podría haber sido cualquiera de nuestros hermanos mayores el que hubiese caído por entonces en el abismo.

No levanta la cabeza cuando cruzo su presencia. Absorta permanece en su rutinaria tarea. Una faena a la que se encomendó demasiado joven, y ahora -con poco más de treinta años- los diminutos orificios que recorren su piel morena le recuerdan que erró al escoger el camino.

Justo al atravesar la esquina que me conduce a otra calle, entremezclándose la alegría por verla y la tristeza por su estado, oigo una voz rota que aparta mis pensamientos. “Olé los niños bonitos”, grita mirándome. “Ay si yo pudiera volver atrás. Viviría la vida, sería feliz y me echaría un novio como tú”, dice casi asfixiada por el esfuerzo del tono en el que habla. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Nervioso y titubeante sólo me atrevo a responder la obviedad que ambos conocemos: “Todos sabemos que tú siempre pudiste aspirar a más, a mucho más”. Entonces, mostrándome una sonrisa desgastada, regresa contenta al planeta que abandonó para hablarme.