sábado, 24 de octubre de 2009

La risa y el llanto


Rondaba el verano del 2006, fecha ideal para una ciudad costera, la cual vive del turismo y el mar. Por aquel entonces, la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, presentó una nueva marca turística con la que presentar al mundo el enclave gaditano: “Cádiz, la ciudad que sonríe”, fue el lema elegido para resumir en una frase el carácter “alegre” que, según ella, siempre tienen los gaditas.

Sobrados de chovinismo y ausentes de sensatez, los representantes del pueblo organizaron una gala para alardear de la sonrisa celeste que acompañaría siempre al nombre de la ciudad. Un lugar donde la gente es hospitalaria, amable y atenta con el extranjero y donde, curiosamente, casi 14.000 parados se tumban cada lunes al sol.

Un rinconcito donde se ríe lo justo a final de mes y en el que se ha demostrado, una vez más, la poca empatía que siente la clase política con aquellos que les dieron su confianza en las urnas.
“Aquí son distintos”, ha destacado siempre la santanderina para defender el acierto de la campaña publicitaria, obviando sin escrúpulos las personas que -con la clausura de su fábrica, la falta de barcos, el despido de sus empleos y los incontables cierres de muchos negocios- se han visto destinados a formar parte de las interminables listas del INEM.

La gracia y el carnaval han salido una vez más de su ámbito, obviando los obreros que tragan saliva ante la imposibilidad de acceder a un trabajo, y que -únicamente- son representados por cifras y porcentajes en las listas de desocupación laboral. Gaditanos sin mar donde faenar y puerto donde no atracan los barcos, despedidos por multinacionales -como Altadis o Delphi- sin escrúpulos que buscan su terreno en otro lugar más barato. Paisanos con nombres y apellidos, que reflejarán sus vivencias personales en este blog, relatos humanos de los Juan, Antonios y Manolos que residen en la Bahía o han tenido que emigrar.

Cádiz no es sólo La Pepa, 1812, bicentenario y segundo puente, no se resume en el arte la guitarra y los piropos a la Caleta, ni en los chistes bien contado en la arena de la playa. Esta tierra es mucho más. Es obrera, humilde y soñadora, y por supuesto también llora, pues quien no llora no mama y en Cádiz, ya se sabe, hay que mamar.

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